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Mostrando entradas de 2018

Lo quiero todo

Quieres más?. Fue lo último que pude oír antes de quedar ensimismado por aquello que era lo único que en ese momento veían mis ojos. Era imposible sustraerse a un cúmulo de encantos tan maravillosamente armonizados en ella.  Imposible retirar la mirada de esos movimientos que iban y venían de derecha e izquierda, de arriba abajo, hacia delante y hacia atrás; todos de manera enlazada por un cuerpo picasianamente estilizado como el suyo. Aquellos tacones convertían sus pies en toboganes por los que deslizar la lengua eternamente. Era solo el principio escandalosamente secundado por unas piernas fugazmente visibles gracias a un vestido largo poseedor de dos aperturas sabiamente trazadas por un modisto lujurioso. Ascender por ellas hasta la cima beso a beso, me iba a suponer llegar a una de las cumbres más frondosas jamás alcanzadas por un hombre; aunque en caso contrario, de estar exenta de toda vegetación, también me reportaría una sobredosis de lascivia de idéntica magnitu

Amor verdadero

La conocí de casualidad. Bueno, si soy sincero, me la presentó alguien que decidió hacerlo, casualmente, un domingo de febrero. Pretendería , pienso, congratularse conmigo después de tenerme postrado en el olvido de su mente tres ciclos menstruales interruptus; éso, si mis cálculos y su periodo coincidiesen -que creo que si- con la teoría científica más extendida en el universo de las féminas que acumulan un cuarto de siglo en cada nalga, como era su caso según me reconoció de tapadillo, tal cual suelen hacer las mujeres con independencia de los kilómetros que lleven recorridos desde su partida, de nacimiento, claro. De inicio, apenas le presté atención, no quería ser especialmente descortés con quien la había puesto ante mis ojos, invitándome a abrazarla, a tomarla entre mis manos con delicadeza, así lo hice, sin besarla. En aras a no enfriar el calor del reencuentro que se había suscitado, declaré mi intención de corresponder con un almuerzo a la primera de ambas, algo a lo qu

Acelerados

Iam fuerit, nec post, unquam revocare licebit . Esta frase del latín atribuida a Lucrecio me sirve de preámbulo y su traducción al español me servirá de epílogo. Entre medias voy a tratar de contar algo que no me atrevo -en evitación de incurrir en petulancia-, a catalogar de reflexiones, aunque sí es consecuencia de un momentazo personal, el de reflexionar, que debería ser más habitual en mi. El caso es que los sucedidos diarios de los que somos en parte o en el todo coautores o protagonistas principales, ese llamado día a a día, discurre por escenarios diversos: el hogar, la empresa, la universidad, la calle, el autobús, el coche, la cafetería, el súper...; escenarios en los que solemos estar rodeados de gente (familia, compañeros, amigos o simplemente personas desconocidas).  El tiempo, las horas, todos y cada uno de esos momentos de nuestras vidas transcurren, con demasiada frecuencia, de manera fantasmagórica, intangible, inapreciable. Parece haberse impuesto un modelo de c