Acelerados

Iam fuerit, nec post, unquam revocare licebit.
Esta frase del latín atribuida a Lucrecio me sirve de preámbulo y su traducción al español me servirá de epílogo. Entre medias voy a tratar de contar algo que no me atrevo -en evitación de incurrir en petulancia-, a catalogar de reflexiones, aunque sí es consecuencia de un momentazo personal, el de reflexionar, que debería ser más habitual en mi.
El caso es que los sucedidos diarios de los que somos en parte o en el todo coautores o protagonistas principales, ese llamado día a a día, discurre por escenarios diversos: el hogar, la empresa, la universidad, la calle, el autobús, el coche, la cafetería, el súper...; escenarios en los que solemos estar rodeados de gente (familia, compañeros, amigos o simplemente personas desconocidas). 
El tiempo, las horas, todos y cada uno de esos momentos de nuestras vidas transcurren, con demasiada frecuencia, de manera fantasmagórica, intangible, inapreciable. Parece haberse impuesto un modelo de convivencia en el que predominan las relaciones virtuales, menoscabando hasta la casi insignificancia las físicas, las de carne y hueso: miradas profundas o esquivas pero miradas reales frente a frente, manos que estrechan, cuerpos que se abrazan, gestos de complicidad, caricias, sonrisas, lágrimas.
Ya lo escribió Machado” Despacito y buena letra, que el hacer las cosas bien, importa más que el hacerlas”.
Qué tal si le hacemos caso y procuramos dar más cabida a conversar, pasear, tapear, trabajar, viajar, descansar...sin prisas, procurando que el contacto humano prevalezca, dotándolo de la importancia que merece, anteponiéndolo al vínculo digital.
Una experiencia que posiblemente ya ni recuerdes la última vez que la hiciste es la de coger un folio en blanco, redactar una carta a bolígrafo, pegarle un sello al sobre y meterlo en el buzón. A quien te dirijas, le cuentas algo de tu vida y le propones mantener una cita, solicitándole que no te conteste por email, whatsaap, ni llamada telefónica, sino por idéntica vía. Te aseguro que en la espera sentirás una sensación especial, no digamos ya cuando abras la carta con la respuesta. Si finalmente se produce el encuentro, ese momento será irrepetible.


Ya habrá pasado, y después, no podremos hacerlo volver.

Comentarios

Entradas populares de este blog

La noche que calmé a Nuria

Cómo buscar trabajo y no morir en el intento (I)