Cómo buscar trabajo y no morir en el intento (I)

La actual situación socioeconómica está provocando numerosos despidos de trabajadores motivados por la complicada viabilidad de las empresas a causa del descenso en opciones de negocio, disminución de ventas o falta de demanda de servicios, cuando no por el propio cierre de las grandes organizaciones o pymes.
Para afrontar tan negro panorama es fundamental armarse de argumentos. Lo primero, interiorizar sin escepticismo que la situación no es irresoluble, o sea, que disponemos de posibilidades de emplearnos. De ahí que, como señala el proverbio oriental "si tu problema no tiene solución, para qué te preocupas y, si tiene, por qué te preocupas".
Es mucho más probable tener trabajo a que te toque la Primitiva o la Lotería. Paradójicamente, nadie se desmoraliza, ni se deprime por no ser premiado. Al contrario, sigue probando fortuna (comprando décimos o rellenando boletos), mientras que, equivocadamente, suele arrojar la toalla en la búsqueda de empleo después de varios intentos fallidos.
En suma, una parte fundamental para tener éxito en la consecución de un puesto de trabajo es la mentalización, el estado de ánimo con el que se afronta. Perder la ilusión en que cualquier día o momento es propicio, disminuye en un alto porcentaje las probabilidades de alcanzar el objetivo.
Parapetados en la necesaria fortaleza mental y confianza en uno mismo, es imprescindible verificar sin inculpación dogmática ni generosa autocomplacencia, la causa o causas que han provocado la situación de desempleo. Efectivamente, no somos los únicos que estamos así pero nuestro caso debe ser tratado como único. Para ser más explícito aun a costa de parecer algo crudo en el ejemplo: hay muchos enfermos de cáncer, pero los médicos examinan el proceso tumoral individualizadamente, analizando las influencias genéticas o vitales (consumo de tabaco, ambientes tóxicos, alimentación inadecuada...) y aplicando justo la terapia que cada paciente requiere.
Si diagnosticamos con claridad (por supuesto más allá de la pueril buena o mala suerte) por qué personas con conocimientos, condiciones económicas, sociales o familiares, edad y facultades muy parecidas a las nuestras están empleadas y nosotros no disfrutamos de ese estatus, habremos dado un paso de gigante hacia la dirección adecuada para salir del escollo.
Con toda intencionalidad he utilizado hace unos instantes el verbo disfrutar. Me explico. Cuando se tiene algo no suele valorarse hasta que se pierde. Todas las mañanas abandonamos la cama bien o malhumorados por la jornada que nos espera sin reparar en que el mero hecho de poder hacerlo debiera ser un gran estímulo. Imagina ahora que cualquiera de esas mañanas fueras incapaz de moverte, el cuerpo paralizado y por tanto sin posibilidad alguna de disponer líbremente de tus movimientos. Qué chungo ¿verdad?.
Bueno pues, aplícate el cuento. Cuando recuperes, porque te aseguro que puedes y vas a hacerlo, tu actividad laboral remunerada, disfruta, da por bueno el esfuerzo, los madrugones, sinsabores y exigencias que ello conlleva y procura mimar tu trabajo como algo esencial para ser feliz.
Mi mujer me regaña porque -según ella- me implico demasiado, que doy más de lo que me pagan. Yo creo que hago lo correcto, ¿por qué?. En primer lugar porque en la inmensa mayoría de las ocasiones he trabajado en lo que me gusta y desde esa perspectiva no me incordia dedicar más horas, ¿te vale el argumento?, uuuhm..., parece que no del todo, pues aquí va otro. Involucrarte en la buena marcha de la empresa más allá de las estrictas funciones y horario que te corresponde es una buena inversión de presente y mejor todavía, de futuro. Si todos añadiéramos un plus a nuestra actividad laboral sin supeditarlo a su remuneración, la empresa sería más rentable, lo que equivaldría a mayor solidez para poder mantenerse en funcionamiento, redundando a la postre en estabilidad laboral.
La mentecatez de decir "el jefe me engañará en el sueldo, pero no en el trabajo", es toda una demostración de prepotencia y orgullo baratuno. Ambos nos engañamos mutuamente y tan contentos. ¡Puff!.
Sentirse mal pagado obedece, creo yo, a tener la certeza de estar contribuyendo más de la media a la generación de beneficios a tu empresa (repito, TU empresa, para luego justificar dicha expresión). Si tan claro lo tienes, solicita mantener una reunión con el jefe y le de-mu-es-tras que es así. Acto seguido, le pides un aumento de sueldo o reducción de jornada por el mismo salario que percibes. Para finalizar, siempre en un tono cordial, le das un plazo para responder a tus pretensiones.
¡Hombre es que entonces puede que me responda presentándome el finiquito y poniéndome de patitas en la calle!. Imposible, ¿cómo va a desprenderse tu jefe por unos cuantos euros más u horas de menos, de alguien con tanta valía como tú.?. Por lo que veo te acabas de topar con la pura y dura realidad: eres tan prescindible que en cuestión de minutos queda rescindido tu contrato. Por contra, ese empleo que tanto denostas es tan imprescindible que no te la puedes jugar. Conclusión, trabajas con la misma mediocridad de quien te reemplazará en el puesto. Así que, apechuga o esmérate en mejorar. De ti depende.
Si no cambias de mentalidad, seguirás formando parte de ese inmenso colectivo que no sitúa en idéntico nivel de importancia a la organización (empresa) y a la persona (empleado). ¿Me estoy liando?, creo que no pero, por si las moscas, te lo digo de otra manera, a ver si atino.
Entramos en una vivienda que tiene todos los avances en domótica instalados. La calefacción se pone en marcha justo cuando corresponde, las luces se encienden automáticamente, sillas, sillones y camas se adaptan ergonómicamente a quien las ocupa, posee control remoto de los electrodomésticos vía internet...,etc., bien pues el propietario de la misma tiene supeditado el disfrute pleno a la intervención de personas. Quién se ocupa de hacer la compra, de introducir los alimentos para que el robot cocine la comida, quién recoge la mesa después de comer, quién mete los platos en el lavavajillas, quién saca la ropa de la lavadora y la lleva a planchar, quién repara una avería en el sistema de aire acondicionado.
Una empresa por muy perfecta que sea, sin personas (empleados) no funciona. Al igual que una persona por muy cualificada que esté no tendrá trabajo sin empresa.
Antes de culminar con estas reflexiones previas, creo oportuno incidir en la importancia de ser honestos. ¿Cómo dices?. Lo que oyes. Que no cobres el desempleo y a la vez te embolses dinero sin el alta y la cotización correspondiente. Aunque lo revistas de la excusa esa de que no tienes más remedio para poder llegar a fin de mes, estás cometiendo un fraude. Sí, aunque "no te pillen" es un fraude, aunque se lo cuentes entre sonrisas y sorna a tus amigos, es un fraude.
Si los tienes, menudo ejemplo estás dando a tus hijos. Si votas, con qué cara críticas a los políticos que se "lo llevan crudo". Si eres creyente, estás pecando. Si estás afiliado a un sindicato, echas por tierra las reivindicaciones en contra del empleo precario. Y si no te encuentras en ninguno de los casos anteriores, luego no te quejes de que tu jefe te explote o de que no cumple con lo pactado, porque estará haciendo igual que tú: defraudar.
Leer Cómo buscar trabajo y no...(II)

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