Lo quiero todo
Quieres más?. Fue lo último que pude oír antes de quedar ensimismado por aquello que era lo único que en ese momento veían mis ojos. Era imposible sustraerse a un cúmulo de encantos tan maravillosamente armonizados en ella. Imposible retirar la mirada de esos movimientos que iban y venían de derecha e izquierda, de arriba abajo, hacia delante y hacia atrás; todos de manera enlazada por un cuerpo picasianamente estilizado como el suyo. Aquellos tacones convertían sus pies en toboganes por los que deslizar la lengua eternamente. Era solo el principio escandalosamente secundado por unas piernas fugazmente visibles gracias a un vestido largo poseedor de dos aperturas sabiamente trazadas por un modisto lujurioso. Ascender por ellas hasta la cima beso a beso, me iba a suponer llegar a una de las cumbres más frondosas jamás alcanzadas por un hombre; aunque en caso contrario, de estar exenta de toda vegetación, también me reportaría una sobredosis de lascivia de idéntica magnitu