Preparados, listos, ya

España está desperdiciando a la generación más y mejor preparada de toda la historia. Los jóvenes formados en el más de medio centenar de universidades, la mayoría sostenidas con fondos públicos, no tienen horizonte laboral al que dirigirse a corto o medio plazo. Chicos y chicas con licenciaturas, diplomaturas o títulos de F.P. emigran a Inglaterra o Alemania en busca de trabajo.
Es un panorama que con más o menos aditamentos conforma el contenido de conversaciones en cualquier corrillo de amigos, salas de espera, desplazamientos en metro o autobús, conferencias, coloquios, entrevistas y artículos de opinión como éste mismo. Quedarse aquí es tan habitual como absurdo.
Es cierto que hemos propiciado un carácter acomodaticio, probablemente a causa de un exceso de proteccionismo paternal, pero resulta incomprensible que gente con la talla académica y de conocimientos como los que distinguen a este segmento de población esté esperando de manera mayoritaria tal y como revelan las estadísticas que alguien les contrate cuando no les enchufe en algún chollete de la administración pública.
Nuestros mayores, inmensamente menos preparados y con muchísimos menos medios tanto económicos como sociales, se las ingeniaron para ser protagonistas de su destino. Suplieron esos importantes déficits a base de constancia, espíritu de sacrificio y afán de superación.
Hecho en falta que junto con un análisis autocrítico, cada joven adopte iniciativas que transformen su actual situación. Esperar a que el resto de la sociedad les arregle el futuro, además de un despropósito, es un lujo que no se pueden permitir.

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